Para la condena siempre es demasiado pronto

Esa frase del título pertenece a una psicoanalista francesa (de la que no logro recordar su nombre). La frase la decía en el contexto de la atención a discapacitados psíquicos, pero creo que se puede aplicar a cualquier otra situación de sufrimiento.

Esta reflexión nace a partir de la forma en que se abordó una propuesta de adopción por parte de quien tenía autoridad para aprobarla o rechazarla. La niña, adolescente ya, había sido violada, pero la madre adoptiva estaba dispuesta a adoptar a la niña y cuidarla teniendo en cuenta esa situación. La psicóloga que valoraba el caso decidió rechazar la adopción porque ―decía― la niña, ella ya lo sabía, iba a dedicarse a acostarse con hombres y dar problemas a la madre, como si no fuera posible todo lo contrario: una chica que, por haber vivido lo que había vivido, tuviera un profundo sentido del bien y la justicia.

Las previsiones sobre cuestiones psicológicas, o las predicciones de futuras conductas, son insostenibles desde el punto de vista del conocimiento teórico e intolerables desde el punto de vista ético: cualquier ser humano puede cambiar a mejor o peor por algo imprevisible, incalculable (un hecho, una palabra, un encuentro…), y esos factores podrían haber llevado a otro sujeto a una respuesta totalmente distinta.

Por eso, era imposible saber a dónde le iba a conducir a esa chica lo que había vivido. Y supongo que no se la quiso dar la oportunidad de tener una madre ―que apostaba por ella― y se hizo por su bien… y el de la posible madre. Dice Vasili Grossman, en Vida y destino, a través de uno de los personajes que están en un campo de concentración nazi, que es abrumador ver cuánta violencia se ejerce y cuánto sufrimiento se causa en nombre del Bien. El personaje que dice eso añade: «Yo no creo en el bien, creo en la bondad». Incluso llega a decir ―en respuesta a su interlocutor― que, si preguntaran a Hitler, este diría que ese campo de concentración se erigió en nombre del bien. De ese modo de imponer el bien hay numerosos ejemplos: no hay más que ver a los yihadistas, a una parte de la iglesia o a algunos políticos que quieren la independencia sin medir las consecuencias, que hacen todo por el bien de sus fieles o sus pueblos. Y de cuantos han causado horrores a un número incalculable, casi innombrable, de seres humanos no creo que todos ellos hubieran sufrido violaciones, maltratos o ningún tipo de mal fuera de lo común.

Quien condena de antemano a otro, lo hace desde la impostura que da la ignorancia y del creerse lejos de sufrir alguna barbaridad en sus carnes o en las de alguien bien cercano. Porque si esa persona que rechazó la adopción tuviera una hija y esta, por desgracia, fuera violada, ¿también la condenaría de por vida?

Hay otro tipo de predicciones de futuro que también pueden determinar el devenir de un sujeto. Se producen sobre todo con niños, cuando presentan rasgos que no se sabe muy bien a qué trastorno atribuir, se suelen diagnosticar como pertenecientes al espectro autista. Hasta ahí no hay nada extraño, lo preocupante es cuando se les dice a los padres que han de ser tratados de una manera determinada porque siempre van a estar bajo ese diagnóstico. Me contaba hace unos días una madre cómo su hijo, cuando era pequeño, había recibido varios pronósticos de su evolución, todos a cual más negro, pero uno la hizo daño porque una psicóloga le dijo que llevara a su hijo a un centro de niños con problemas graves de conducta porque, si no, sería un asesino en serie en el futuro (no sé por qué, lo veía del lado de la psicopatía). Ese niño está hoy en la universidad y, aunque seguimos trabajando ciertas dificultades en las relaciones sociales y pequeñas trabas en el habla, mantiene su formación, tiene sus amigos y conecta con chicas que, eso sí, no suelen mantener la relación con él mucho tiempo. Puede tener esos problemas, pero, desde luego nadie que no lo conozca de antes, lo nombraría como autista y menos aún como un potencial asesino en serie.

El ejercicio de la psicología ha de ser mucho más cuidadoso y respetuoso con los que acuden a nosotros en demanda de ayuda. Y con lo último que debían encontrarse es con una condena precipitada, pues si alguna suerte tiene que no conozcamos nuestro futuro es que todas las salidas quedan abiertas. Cuando yo me he visto ante niños con trastornos graves, siempre he apostado por el futuro más optimista y he trabajado para que ese futuro fuera la opción más probable. Creo que más de una madre estará feliz de haberse encontrado al final con la perspectiva que yo le planteaba para su hijo, pues más de uno dejó de estar atado a esos síntomas que lo encaminaban a la condena. Es verdad que en algunos casos no salen de su trastorno por nuestra ignorancia acerca de los mecanismos que operan en los más indeseables síntomas que afectan a la mente. Pero precisamente por eso, por nuestra ignorancia acerca de algunos de los terribles productos del cerebro humano, hemos de ser aún más cautos sobre su posible evolución.

 
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